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Había una vez una ratita presumida que estaba barriendo la puerta de su casa y se encontró con una moneda de oro y dijo: “Bueno, ¿y con esta moneda qué haré? Pues me compraré unos caramelos. Bueno, bueno, es que me dolería la tripita. No, caramelos no. Me compraré, me compraré unos alfileres, ¡ah, no, que me pincharé! Pues entonces me compraré dos lacitos de seda rosa, y uno me pondré en la cabeza y otro en la colita, y así pues muy guapa estaré”.
Otro día se pone con sus lacitos, y se pone a barrer la puerta de su casa, y pasa por allí un perro, el Señor Perro y le dice: “Hola ratita, que bonita estás” dice “contigo me quiero casar” y la ratita “bueno y ¿por la noche que harás?” “Guau, guau, guau”. “Ah, no, que con tus ladridos me despertarás”. Así el perro se fue triste y cabizbajo.
Después pasó por allí el Señor Gallo y dijo: “Hola ratita, que linda estás, contigo me quiero casar”. “Ah, bueno, Señor Gallo y ¿por las noches que harás? “Kirikiki Kirikiki”. “Ah, no, que me despertarás”. Y el gallo salió corriendo.
Luego pasó por allí, el ratoncito, un ratoncito que había por allí, le dijo “Hola ratoncita, que guapa estás” y la ratoncita pues no le hizo caso y el ratoncito se fue muy triste, no le dijo nada, y se fue triste y nada, pues la ratita siguió barriendo la casa.
Y pasa por allí un gato y dice: “Hola ratita, que guapa y hermosa estás, ¿te quieres casar conmigo? y la ratita dice: “Bueno y ¿por las noches que harás? “Miau, miau” dijo el gato con su voz más dulce. “Bueno”, dijo la ratita: “Pues entonces contigo me quiero casar”.
Y así el señor gato dijo a la ratita “Bueno, pues un día antes de casarnos lo vamos a celebrar yéndonos de picnic al bosque”. Pues nada, se van al bosque y la ratita y el señor gato. Y el señor gato empieza a hacer una lumbre y mientras tanto, la ratita va y mira en la cesta y solo se encuentra un tenedor y un cuchillo. Extrañada, dice: “Pero bueno señor gato y ¿la comida que vamos a comer?”. Entonces el gato se lanza sobre la ratita y dice “¡A ti!”.
Y el ratoncito que se había percatado del asunto, fue detrás de ellos a ver que ocurría, ya temeroso de las intenciones del Señor Gato. Asique que cogió un palo, lo arrimó a la lumbre, le prendió fuego, y se lo puso en la cola del Señor Gato, que éste salió corriendo despavorido, y así salvó a la ratita.
Entonces la ratita le dijo: “¿Contigo, me quiero casar Señor Ratoncito?” dice “¿Y por las noches qué harás? Dice: “Yo dormir y callar, dormir y callar”. Y así fueron muy felices.
Y colorín, colorado, este cuento se ha acabado.