450 Lecturas
Pues señor, era una vez una familia que tenía siete hijos y una hija. Todos los días, los padres, se iban a trabajar al campo y dejaban a los hijos al cuidado de su hermana. Ellos se iban a corretear por el bosque y, al atardecer, acudían hambrientos y se arrojaban, como fieras, sobre la comida que había preparado la chica. Un día, toda enfadada, dijo
– ¡Sois unos brutos! ¡Ojalá os volváis cuervos!
Y de repente, aquellos siete chicos, se convirtieron en siete cuervos. Entonces la niña se puso a llorar, a llorar, a llo…
Se fueron volando, se puso a llorar, a llorar, a llorar… y levantó la cabeza y vio delante de ella al hada del bosque.
Dice
– Me he enterado de tu desgracia; pero mira, todas las cosas tienen remedio, toma este puñado de semillas de lino y las tienes que sembrar, recoger la cosecha, hilar la fibra y tejer siete túnicas. Todo eso lo tienes que hacer en el plazo de un año.
Bueno, pues la chica, cogió las semillas y las sembró por allí.
Pero eran unas semillas mágicas que se desarrollaron rápidamente, después crecieron las plantas de lino, la chica las arrancó, las puso en remojo en un arroyo que había allí… las fibras se soltaron y, entonces, ella hiló el lino y se puso a tejer día y noche, y teje que te tejerás, teje que te tejerás, sin descansar y sin sosiego… La pobre estaba cansadísima, pero no descansaba, porque, aunque había dicho aquella maldición, ella quería a sus hermanos. Ya tenía seis túnicas terminadas y faltaban siete horas… conque empezó la séptima y corría que se las pelaba, tejiendo, pero ¡madre mía, iban a llegar las doce de la noche y no iba a poder acabarla…
Cuando ya se aproximaba el tiempo, aparecieron los siete cuervos y se pusieron a su alrededor, y la niña fue entregando las túnicas, y cada uno que se la ponía, recuperaba su figura. Cada uno, cada uno, cada uno, cada uno, hasta que llegó el séptimo. Pero al séptimo, le faltaba una manga, conque se la puso y se convirtió en persona, pero en lugar de un brazo, tenía un ala, un ala negra de cuervo, que tuvo que ocultar el resto de su vida…
Y así termina este cuento
que como me lo contaron,
te lo cuento.