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Pues esto érase una vez, en un pueblo, una familia que tenía una chica que era mu buena, mu buena… qu’era mu buena, y… su madre l’encargó, que no podía salir, porque estaba un poco… enferma y tal, y l’encargó que le comprara un poco de carne cuando saliera de la escuela.
Se fue a la escuela, pero al salir de la escuela, en vez de ir hacer el recao que le había mandao la madre, pues, se quedó jugando con unos muchachos, y también, se jugaron el dinero y se quedó sin dinero. Y entonces, uno de los muchachos, qu’era mu golfo, pues le dijo
– Pues… yo sé cómo puedes conseguir la carne -dice- Ahi, esta mañana, han enterrao -dice- al cura del pueblo de al lao -dice- Le podemos coger el hígado y las asaduras, y tu madre, ni se da cuenta.
Ella, se dejó convencer y se acercaron al cementerio. Saltaron la tapia y notaron, qu’estaba allí, todavía reciente, donde lo habían enterrao y el nombre del cura y todo. Quitaron la tierra, levantaron la tapa, hincaron el cuchillo y le sacaron las asaduras, el hígado…
Y ya, se fue hacia su casa y ya llegó un poco tarde
– Parece que vienes un poco tarde – le dijo la madre.
Dice:
– Sí, es que había mucha gente en la carnicería y… me he entretenido… en fin.
La madre, como no sabía nada, pues empezó a preparar la carne, a trocearla, la hizo… y a la hora de comer, pues se sentaron a la mesa, empezaron a comer, el padre, al madre, pero ella, dice
– ¡Ay! No tengo gana. Me duele la cabeza -dice- No me apetece.
– ¡Venga, muchacha, come!
Dice
– ¡No, no, no. No me apetece!
Total, que se fue a la cama y los padres se lo comieron tan tranquilos y se fueron también a dormir.
Cuando estaban dando las doce campanadas en la plaza de… de… del pueblo, del reló «¡Tam, tam, tam!» se oye una voz… Oye Marieta, qu’estaba metida en la cama, oye una voz que le dice [El narrador modula la voz de tal manera, que produce la sensación de miedo en los oyentes]
– ¡Marieta, eta, eta. Soy el espíritu de la persona a la que has sacado las asaduras, y voy a llevarte conmigo!
Esta que lo oye, se, se… inquieta, se asusta y, y, y dice
– ¡Madre, eh, madre, que, que m’están llamando! ¿Quién será?
Dice
– ¡Calla, tonta, aquí no hay nadie! ¡Anda, duérmete!
– ¡Marieta, eta, eta… Estoy en la plaza de tu casa!
– ¡Ay, madre, que se va acercando! ¿Quién será?
– ¡Bah! ¡Cállate, tonta, que ya se irá!
– ¡Marieta, eta, eta. Estoy tocando la puerta de tu casa!
– ¡Ay madre, ¿quién será?!
– ¡Cállate, tonta, que ya se irá!
Marieta cada vez, más preocupación.
– ¡Marieta, eta, eta, estoy subiendo la primera escalera!
– ¡Ay madre, ¿quién será?!
– ¡Cállate, tonta, que ya se irá!
Ya la madre, ya no le hace caso y ella sigue oyendo
– ¡Marieta, eta, eta, voy por la segunda escalera!
La otra, temblorosa, con mucho miedo, dentro de su cama ,se remueve y…¿qué pasará? ¿qué será?
Y sigue oyéndose la voz
– ¡Marieta, eta, eta, estoy en la última escalera!
Luego seguía
– ¡Estoy en la puerta de tu habitación!
– ¡Ay, ay, madre! ¿Quién será?
– ¡Marieta, eta, eta. Estoy tocando la colcha de tu cama!
– ¡Ay madre! ¿Quién será?
– ¡Cállate, tonta, que ya se irá!
– ¡Marieta, eta, eta, estoy tocando el pelo de tu cabeza!
– ¡Ay madre, ¿quién será?!
– ¡Cállate, tonta, que ya se irá!
– ¡Marieta, eta, eta…!
¡¡Broooo!! Se abalanza sobre ella… y de pronto…
Se ve allí, en el suelo, despierta, diciendo
– ¡Uy! ¿Dónde estoy? ¡Qué porrazo me ‘ pegao más grande!
¿Quién venía a por mí?
Y resulta qu’era un sueño que había tenido y…
Colorín colorado
este cuento se ha acabado.