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Había una vez, un pastorcillo que se llamaba Pedrito, que tenía unas cuantas ovejillas. Su madre lo mandaba todos los días al campo para que llevara a las ovejillas a pastar. Y la verdad es que a Pedrito no le hacía mucha gracia lo de llevar las ovejillas al campo, porque decía que se aburría mucho.
Entonces, un día, estaba allí sentado debajo de un árbol, viendo cómo las ovejas pastaban y oyó a lo lejos unas voces. Se asomó a ver qué era, y eran unos campesinos que estaban en sus campos labrando la tierra. Como estaba aburrido, pues pensó: “¿y si les gasto una broma?”.
Y entonces empezó a gritar: “¡Socorro! ¡Socorro! ¡Que viene el lobo!”. Los segadores, al ver que estaba gritando, fueron corriendo en su ayuda, con los picos, con las palas, con las hoces, con todo lo que tenían. Y cuando llegaron al sitio, resulta que Pedrito estaba roto de la risa, porque claro, les había gastado una broma y se estaba burlando de ellos. Pues los campesinos se volvieron a bajar otra vez, y a la hora así, otra vez: “¡Socorro! ¡Socorro! ¡Que viene el lobo!”. Y los campesinos otra vez subieron a ver qué le pasaba a Pedrito. Cuando llegaron, pues otra vez se encontraron con que Pedrito se estaba partiendo de la risa y era mentira. Entonces los campesinos ya se bajaron bastante enfadados para abajo, cuando al rato, volvieron a escuchar: “¡Socorro! ¡Socorro! ¡Socorro! ¡Que viene el lobo!”. Y otra vez los campesinos para arriba corriendo; con las palas, con los picos, con las hoces. Y cuando llegaron allí, otra vez Pedrito estaba destornillado de la risa, tirado en el suelo. Pues ya, se bajaron bastante enfadados.
Cuando al cabo de unas horas, Pedrito oyó un rugido y cuando miró, vio que había un lobo atacando su rebaño. Y empezó a gritar: “¡Socorro! ¡Socorro! ¡Socorro! ¡Que viene el lobo! ¡Que viene el lobo!”. Los campesinos lo escucharon, pero ya no quisieron subir, porque pensaron: “Otra vez se está burlando Pedrito de nosotros. Pues esta vez no vamos a subir y no se va a reír de nosotros”. Y resulta, que esta vez era verdad y el lobo se comió a todas las ovejas de Pedrito y no le dejó ninguna, se comió todo su rebaño. Y ahí aprendió una lección: no se puede mentir, porque si no, cuando dices la verdad, nadie te creerá.