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Había una vez una madre notable sipilitrable que tenía un hijo virijo sipilitrijo.
Y aquella madre notable sipilitrable que tenía un hijo virijo sipilitrijo le dijo:
—Hijo mío virijo sipilitrijo, vete al campo blanco notranco sipilitranco y coge una liebre notiebre sipilitiebre.
Así que el hijo mío virijo sipilitrijo se fue al campo blanco notranco sipilitranco y cogió la liebre sipilitiebre.
Ya venía muy contento y dijo:
—Madre notable sipilitrable, que cogí la liebre notiebre sipilitiebre.
—Ay, qué bien. Pues mira, como no tengo olla, otrolla sipilitrolla vete a casa de la vecina trina sipilitrina y dile que te deje una olla sipilitrolla, que vamos a hacer un escabeche.
Así que el hijo mío virijo sipilitrijo, muy contento, llegó a la casa de la vecina (toc, toc, toc) y la vecina que estaba arriba dijo:
—Uy, el hijo virijo sipilitrijo. ¿Y qué quiere este hijo virijo sipilitrijo? ¿No me digas que ha ido al campo notranco sipilitranco y ha cogido una liebre notiebre sipilitiebre y ahora no la puede hacer el hijo mío virijo sipilitrijo? Pues, aunque tengo siete ollas otrollas sipilitrollas, le voy a decir que todas las tengo con cochuras.
Así que se asomó al balcón la vecina trina sipilitrina y dijo:
—Hijo virijo sipilitrijo, ¿qué quieres?
—No, que dice mi madre notable sipilitrable que si me dejas una olla otrolla sipilitrolla.
—Pues mira, hijo virijo sipilitrijo, da la casualidad de que ahora mismo no tengo ninguna. Todas las tengo con cochuras.
Así que el hijo virijo sipilitrijo, muy triste viristre sipilitriste dijo:
—Ay madre notable sipilitrable, que la vecina trina sipilitrina (…)
—¿Y por eso lloras, hijo mío?
Dice:
—Pues coge la liebre notiebre sipilitiebre, te vas al campo blanco notranco sipilitranco y sueltas la liebre notiebre sipilitiebre.
Así que el hijo mío virijo se fue al campo blanco, soltó la liebre notiebre sipilitiebre y, si alguna vez veis alguna liebre notiebre es la que soltó el hijo mío virijo sipilitrijo.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.