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Me gusta contar el cuento de “La mirlita”. Que, curiosamente con esta pandemia, yo no había visto mirlos aquí en Valdepeñas, y con esta pandemia…los mirlos son estos pájaros negros con el pico de color anaranjao, muy bonitos.
Bueno, y cuentan que una vez que había una mirlita. Una mirlita que tenía cinco mirlitos, había tenido cinco mirlitos. Y un día, pasó por allí por debajo de su roble pasó un…pasó un zorro. Y la mirlita cada día estaba cantando:
—Qué contenta estoy, qué contenta estoy. A mis cinco mirlitos comida les doy.
“La mirlita habrá tenido mirlitos”.
—¡Eh, señora mirlita! ¿Por qué está usted tan contenta?
—Eh…es que tengo cinco mirlitos y les doy comida a todos ellos.
“Que tiene cinco mirlitos y yo aquí pasa…”
–Señora mirlita, si no me echa usted un mirlito para que me lo coma y yo pueda…no caiga…desfallecido…pues me tendrá que dar uno para comérmelo. Porque yo no pued…y si no, con el jápele jópele. Le corto el roble y entonces me como a los cinco mirlitos y a usted.
Así que la mirlita, muy compungida y muy triste cogió un mirlito (así el que estaba más esmirriaíllo) y cogió así el mirlito:
—Señora zorrita, allí va.
Y la zorrita con la boca abierta: aummm. Se lo tragó. Ni siquiera lo masticó, simplemente se lo…
Al día siguiente, la zorra pues dijo: “coño, aquí tengo yo aquí…cinco, me quedan cuatro”. Y se fue otra vez al mismo sitio.
—Eeeeh…señora mirlita, que vengo a por…
—Pero hombre, ¿cómo viene usted? No, no, no. Si le di ayer uno. Y los cuatro estos que son cuatro solo.
No sé qué, no sé cuántos.
—Pues si no me lo da usted, con el jápele jópele…le parto el roble, me los como…
En fin, así hasta que se los come todos. La zorra, por supuesto, en estos cuentos te los tienes que tragar porque luego después está el tema de la resurrección y te los tienes que tragar.
Y… y en un momento determinado, cuando ya no le quedaban mirlitos, estaba allí la pobre mirlita: “Ay qué triste estoy, ay qué triste estoy. No tengo mirlitos, comida no doy”.
Y pasó por allí un alcaraván
—Pero señora mirlita, ¿por qué está usted triste? Si hace menos de una semana que pasé por aquí y me contó que…que era usted la mirlita más dichosa del mundo.
—Sí, pero tú no sabes lo que ha pasao. Desde que ha venido una zorra y…le he tenido que echar uno a uno porque si no, con el jápele jópele cortaba el roble y liaba aquí la de Dios es Cristo.
—Mire que es usted tonta. ¿Usted no sabe que los robles se cortan con hachas y manos de mujeres o de hombres?
—Oséase que… que me ha engañao.
Bueno, pues ya, por fin supieron dónde estaba la zorra y aprovechando que estaba durmiendo, le rajaron el vientre y sacaron a los mirlitos. La otra se fue tan contenta a su roble con sus mirlitos, pero cuando estaban dando la última puntada, la zorra se despertó y enganchó al alcaraván.
—Mire usted (claro, lo cogió con los dientes). Mire usted, señora zorra, no sea usted tan tragona porque yo no estoy bueno a no ser que…a no ser que usted diga las palabras mágicas.
Y dice:
—¿Qué palabras mágicas?
—Hombre pues muy fácil. Tiene que decir usted tres veces “alcaraván comí, alcaraván comí, alcaraván comí” y entonces estoy ya delicioso.
Así que la zorra empezó a decir:
—Alcaraván comí…
Y la primera vez que dijo “alcaraván comí”, el alcaraván remontó el vuelo y le dijo:
—Alcaraván comí. A otro tonto, pero no a mí.